Fue una muestra en conjunto con la ilustradora y amiga Regi Rivas en "El Contenedor - Proyectos de Arte Contemporáneo". Tinta china sobre papel.
"Dinner for one" (Nov, 2014)
Was an exhibition with illustrator and good friend Regi Rivas at "El Contenedor - Proyectos de Arte Contemporáneo". The idea was to observe secrets from an indirect point of view, to observe ourselves from the key hole. All work is ink on paper.








Trayectoria del secreto
La trayectoria del secreto es la misma que la de una piedra lanzada al agua. El acto o la escena —unipersonal o no, pero por definición nunca con testigos, siempre volubles a la acusación, sino con cómplices, con el silencio otorgado por quienes callan a sabiendas— que conformará el secreto es brevemente visible, hasta que desaparece bajo el agua. Su último rastro es el onomatopéyico glup del agua que acoge a la piedra sin juzgar. Recién entonces, al hundirse, ese acto es un secreto. La invisibilidad magnifica su peso. A pesar de este peso, tarda mucho más que una piedra en asentarse en el fondo; en el trayecto quema por delicioso o vergonzoso o criminal, pocas veces por solo una de las tres y la mayoría por la triple combinación de delicia, vergüenza y crimen propia a toda transgresión que el niño de tres años comiéndose sus mocos en un estuario de silencio y culpa entiende sin pensar. Las racionalizaciones vendrán después a ajustar las cuentas con la conciencia, como siempre lo hacen, para dejarnos vivir más cómodamente con nosotros mismos: los Raskolnikoff, los asesinos que desangran fríamente las tapas de los diarios, las pequeñas y grandes inmoralidades siempre ajenas, secretos más grandes —siempre peores— absolviéndolos de los nuestros.
Pero el secreto tiene una incandescencia abrupta, volcánica. En el fondo, incluso olvidado en el entierro del lecho, un gesto o una situación —que todo tienen que ver con la contingencia y nada con las bóvedas donde guardamos las porciones de ser tamaño iceberg que nos definen muy a pesar nuestro—levantan el viento en la superficie y transmutan las corrientes subacuáticas para que ese secreto, con su peso exacto de piedra, supure.
Adriana Peralta y Regina Rivas observan en esta muestra el secreto desde el único punto de observación posible, que es el del eclipse, desde el rabillo del ojo, tangencial, indirecto. O el de la lava oceánica, que no resiste ser líquida para convertirse en piedra, acusada. Sea como sea, para poder mirarnos a nosotros mismos, sin ser vistos, regodeándonos, a través de la mirilla.
Texto: Silvia Sánchez Di Martino